Mi Canción

miércoles, noviembre 09, 2005

1er Encuentro Navideño del 2004

La noche del Martes 14, se dio el primer encuentro navideño de los empleados de la Cooperativa San José.

A pesar de que la convocatoria fue para un jengibre, como es costumbre de estos fieles seguidores del dios Baco; eso fue lo que menos se bebió.

Puesto que el encuentro se pautó para las 8:31 de la noche; la llegada al prestigioso punto de reunión se fue presenciando en orden de mayor a menor, tomando como referencia el porcentaje alcohólico en la sangre de cada quién, a la hora de la partida.

Exactamente a las 8:31:01 hizo acto de presencia, uno de los abogados notarios de la institución y para su sorpresa, ya allí se encontraba el encargado de las retribuciones monetarias por artículos adquiridos a crédito de la tienda de electrodomésticos, con una botella media de bohemia especial.

El último mencionado, se pasó la noche ingiriendo la fermentada bebida abriendo sólo la boca para atacar al Licey, reclamar más Bohemias y molestar al Gerente General por un regalo que recibió de la encargada del local.

El tercero en llegar, fue un servidor, quien sacó permiso en la casa, atento a que tiene gripe y no iba a beber alcohol. Pero habiendo llegado a la reunión y encontrándose con el solitario cliente y su botella; como gesto noble, aceptó acompañarle y así por el resto de la noche no se supo cuál cargó más la cuenta de los dos.

Aunque llueva, truene o ventee, en toda actividad donde se beba, se puede escuchar el inconfundible sonido del motor de una pasola, preparada en el Taller Guanchy Martínez Racing, transportando a las representantes de la clase contable, aunque en una versión un poco más etílica.

Como no era sorpresa las licenciadas en cuestión, fueron las cuartas en llegar y de inmediato hicieron causa común con los ya lenguatrabadas compañeros sentados a la mesa.

Pasó el tiempo y los menos alcohólicos fueron llegando, gesto celebrado por los presentes, pues ya había con quien repartir la cuenta; así la llegada de un nuevo miembro, suponía la solicitud de dos birras de parte de los ya sentados.

El gerente general de esta institución se hizo acompañar de la primera dama con quien (según la dueña del sitio) cumplía un paquetón de años de casado. Por esto, se le obsequió una botellita de juancito caminante, pero vestida de verde. Vayna muy poco vista por estos míseros lados de la patria.

Cabe destacar que nuestro gerente andaba muy bien vestido, de no ser por una gorrita del Licey que mermaba la imponencia de su atuendo. (Lamentablemente en la fiesta apareció uno que otro tumba polvo, de esos que dicen Licey Campeón, con los ojos viraos a ver si el jefe los está viendo).

Una de nuestras gerentes (la que más comparte, por así decirlo) llevó una compañera, que por más que bebió, sólo se le vio sofreír y para colmo, tuvo que tirarse una conversación con el redactólogo, cuando éste ya no sabía ni de lo que hablaba; tanto así que le preguntó el nombre como 3 veces y esta es la hora que aún no se lo sabe.

Ya bastante entrados en alcohol… digo!... ya bastante entrada la noche, se apareció en la mesa una paila de Jengibre y no creo que muchos recuerden como rayos llego ahí; pero de inmediato se procedió a su disfrute.
Un servidor, en un momento de confusión, en vez de llevarse a la boca el vaso de cerveza, se llevó el de jengibre, la lengua se le puso como un tomate y aún no recupera el sentido del gusto.

De un momento a otro (supongo que una táctica mercadológica de los dueños) se acabaron las bohemias y se sirvieron las presidentes; los menos pudientes protestamos como si no fuéramos a seguir bebiendo, pero más pudo la “cordura” que el bolsillo, así que la fiesta subió de nivel económico.

A un trío de borrachines, se les ocurrió que la música no estaba a tono con el ambiente y valiéndose de una colección de música desconocida para muchos, solicitaron uno tras otro, la colocación de diferentes CD’s nunca antes escuchados por el grueso de los asistentes.

Pasó así la noche, entre risas y cervezas, entre cuentos y cervezas, entre jengibre y cervezas… y llegando la hora de marcharse, notando las muchas sillas… y botellas vacías, se acordó que todo aquel que firmase la hoja de asistencia, debía saldar parte de la dolorosa y así en definitiva no habría ni una queja de aquella noche inolvidable (a su criterio dejo que suponga quienes fueron los autores de la idea).

Po’ na’, esperamos que no sea el último encuentro, aunque más bien fue un calentamiento, previo al armagedón del día 18 del que espero recordar todos los detalles que anoche se me pudieron olvidar.

CoYoTe

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